Horas antes, a media mañana, había trepado a un punto crítico. Uno que vino inesperadamente, tal vez a raíz de una palabra, de un gesto, o de la suma de los días. Los contemporáneos. Porque la otra mitad del año tú no la protagonizaste. Ahora no te diste cuenta, aunque notaste algo seguramente erroneo -pues no pude haber descrito, ni aunque hubiera querido, lo que me acontecía. Una crisis no es equiparable a una carencia, aunque una carencia puede generar una crisis. Esta última llega solo como esos cambios: jamás repentina; punta de iceberg, última consecuencia. Y todo, o casi todo, a partir de ahí, tiene un color distinto. Una crisis es el lapso en que se entra y sale del punto crítico. El momento en donde puedes quemar todas tus notas sin remordimientos. El momento en donde puedes amar sin juicios ni inhibiciones. El momento en donde puedes dejarte de mamadas y partir tu historia en dos. tu humanidad en dos. El antes y el después. El ayer y el ahora. Mañana deja de importar. Mi mañana dejó de importar.
Pero pasarán años para que tus lágrimas broten y exploten sobre la sangre sobre la semilla sobre la piel sobre el colchón sobre el piso. Frío y desierto. Sin embargo ese día llegará. Te incorporarás al alba y nos limpiarás de tu cabello.
El lunes, después de dejarte, viré en alguna esquina.
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